
Muchos de los libros que tratan del Espíritu Santo, o de su obra, se enfocan en el Nuevo Testamento. Sin embargo, si queremos entender cómo el Espíritu Santo obra, no podemos comenzar en la mitad de la historia, necesitamos comenzar desde el principio. Así que, en esta sección quiero llevarte en un viaje desde el principio de la Biblia. Aquí veremos el patrón de cómo el Espíritu Santo siempre ha obrado al empoderar a las personas. Este patrón nos ayudará entender por qué las cosas pasaron cómo pasaron en el Nuevo Testamento, en la historia de la iglesia y para nosotros hoy.
La experiencia del Antiguo Testamento.
Introducción.
¿Sabías que en el Antiguo Testamento, casi cada vez que el Espíritu Santo viene sobre alguien, llena, levanta o hace algo similar, la evidencia inicial de esa experiencia aparece en alguna forma profética? Muchas personas entienden la profecía como predecir lo que va a suceder. Tales experiencias pueden tomar una naturaleza profética, pero solo describen la profecía en parte. La profecía es un concepto sencillo y amplio. Consiste en la comunicación escrita o verbal inspirada por Dios. Por consiguiente, con esta definición, la misma Biblia es profecía: “Toda la Escritura es inspirada (literalmente, “soplada”) por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16). Cuando alguien hablaba por Dios, profetizaba. Cuando la gente de hoy usan los dones de comunicación del Espíritu: palabras de sabiduría o conocimiento, profecía general, lenguas y la interpretación de lenguas, que el Espíritu Santo impartió en el Nuevo Testamento, profetiza (ref. 1 Corintios 12:8, 10). Cuando entendamos qué es la profecía, podemos entender cómo se conecta con la obra del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento. Este capítulo traza el patrón del habla inspirada por el Espíritu y su conexión con la obra del Espíritu Santo.
La era patriarcal Eliú, el amigo joven de Job (Job 32).
Muchos teólogos están de acuerdo en que el libro de Job cronológicamente precede a todos los otros libros de la Biblia. Aunque Job no registra los primeros eventos que Moisés registró en Génesis, la evidencia de las unidades de medida y otras inferencias implican que el autor de Job escribió el libro durante la era de los patriarcas de Abraham o Moisés. Por eso, comenzamos con el informe más antiguo del movimiento del Espíritu Santo en la Biblia. La mayoría del libro de Job es una conversación entre Job y Dios, y Job y sus amigos. Sin embargo, al final del libro, los tres amigos de Job se dan por vencidos con él y otro amigo menor, Eliú, entra en el escenario. Eliú había permanecido en las sombras de la conversación pero en el capítulo 32, por fin habló. Él aclaró que su discurso profético vino de la inspiración del Espíritu Santo diciendo: “Porque lleno estoy de palabras, y me apremia el espíritu dentro de mí. De cierto mi corazón está como el vino que no tiene respiradero, y se rompe como odres nuevos. Hablaré, pues, y respiraré; abriré mis labios, y responderé. No haré ahora acepción de personas, ni usaré con nadie de títulos lisonjeros. Porque no sé hablar lisonjas; de otra manera, en breve mi Hacedor me consumiría” (vv. 18-22). No debe sorprendernos que esta llenura del Espíritu Santo resultara en una expresión profética. También podemos encontrar consuelo al saber que después de una conversación larga a través de casi todo el libro de Job, el discurso de Eliú constituye una de las primeras palabras de sabiduría de uno de los amigos de Job. Así que, la Biblia asocia la aparición más antigua de la llenura del Espíritu Santo con la profecía.
Moisés y los setenta y dos ancianos (Números 11).
Moisés registró una discusión con el Señor en Números de cómo dar de comer a todos los israelitas a los que lideraba en el desierto. Después de escuchar al Señor, él reunió a setenta de sus ancianos y les pidió rodear el tabernáculo de reunión donde el arca del pacto reposaba. “El Señor descendió en la nube y habló con Moisés, y compartió con los setenta ancianos el Espíritu que estaba sobre él. Cuando el Espíritu descansó sobre ellos, se pusieron a profetizar. Pero esto no volvió a repetirse” (v. 25, NVI).
Semejante a lo sucedido con Eliú, cuando el Espíritu descansó sobre los setenta ancianos, su respuesta inicial vino en forma de profecía. Este versículo también declara que el Espíritu descasó en Moisés, y la Biblia considera a Moisés como el mayor profeta hasta Jesús (ref. Deuteronomio 34:10; Hebreos 3:1-6).
Cuando el Espíritu descansó sobre los setenta ancianos, otros dos estaban muy cerca de ellos y por eso, “. . .el Espíritu descansó sobre ellos y se pusieron a profetizar dentro del campamento” (v. 26b, NVI). Esta experiencia demostró la tercera vez que el Espíritu Santo llenó a alguien; así, estableció un patrón bíblico.
Interesantemente, los seguidores de Moisés se pusieron celosos del hecho de que estos dos individuos también profetizaran, puesto que no eran parte de los setenta ancianos. Sin embargo, la respuesta de Moisés reflejó un mayor interés cuando expresó el deseo: “Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos” (v. 29b). Moisés articuló un deseo de que Dios derramara su experiencia profética sobre todo su pueblo. Después veremos que ese deseo se convirtió en una profecía con Joel y se cumplió en el día de Pentecostés.
La tradición judía también provee una edición interesante a los acontecimientos proféticos de Moisés en el Midrash.{1} Este antiguo texto judío proveyó una percepción del episodio cuando Moisés dio la ley escrita en los Diez Mandamientos (Éxodo 20:18-21). En el Midrash, Éxodo Rabba 5:9{2} declaró:
Cuando Dios dio la Torá{3} en Sinaí, él mostró maravillas inconmensurables a Israel con Su voz. ¿Qué pasó? Dios habló y la voz reverberó a través de todo el mundo. . . Dice, y todo el pueblo testificó del espectáculo de truenos. La voz de Dios, tal como fue pronunciada se separó en setenta voces, en setenta lenguas, para que todas las naciones pudieran comprender.
Aunque este acontecimiento viene de una fuente extrabíblica, no podemos aceptarlo con el mismo peso de las Escrituras. Sin embargo, la evidencia de la antigua tradición judía puede ser muy provocativa como para ignorarla.
La profecía de Balaam (Números 24).
Después del episodio profético con Moisés y los setenta y dos ancianos, los israelitas se encontraron cerca de Moab. El rey moabita, Balac, ofreció pagarle a un adivino con el nombre Balaam para que profetizara contra Israel, pero “alzando sus ojos, vio a Israel alojado por sus tribus; y el Espíritu de Dios vino sobre él. Entonces tomó su parábola. . .” (vv. 2-3). El resto del capítulo consiste en cinco mensajes proféticos de Balaam a favor de Israel en vez de en contra de ellos. Las profecías de Balaam resultaron como una conexión con la llenura del Espíritu.
Este episodio profético se relaciona con nuestro estudio por dos razones: 1. Continúa el patrón bíblico de la llenura del Espíritu Santo y la expresión profética, y 2. Constituye el primer registro del momento cuando el Espíritu Santo llenó a un gentil (no hebreo) quien también profetizó aunque no seguía a Dios. La experiencia profética de Balaam demostró que el Espíritu puede usar a quien quiera para llevar su mensaje y cumplir su voluntad.
La era judicial Los Jueces.
Después del liderazgo de Moisés y la entrada a la tierra prometida de Canaán, Dios levantó profetas que servían como jueces o caudillos. Estos hombres y mujeres primordialmente servían a su tribu local en Israel y ocupaban lugares de liderazgo porque oían al Señor. El autor del libro de Jueces menciona, con una intención, el involucramiento del Espíritu Santo en sus expresiones proféticas. El teólogo del Antiguo Testamento, J. Barton Payne, destaca este punto profético diciendo:
Dios sí levantaba a Josué y ciertos sacerdotes, jueces y nazarenos como líderes “carismáticos” para librar Israel. Tales hombres—y mujeres—tenían una llenura especial del charism, o don, el Santo Espíritu de Dios (Jueces 6:34), cuya actividad personal viene al frente en este período. Pero la característica más significativa del período de la consolidación es el desarrollo de la profecía bíblica en su segunda mayor etapa, principalmente, el ascenso de los profetas como una clase organizada con uso regular de parte de Dios (Payne 1962, 49, traducción mía).
Otoniel se levantó como el primero de doce jueces nombrados en el libro de Jueces (3:7-13). El autor intencionalmente anotó: “El Espíritu de Jehová vino sobre él, y juzgó a Israel” (v. 10). El hecho de que los jueces también sirvieran como profetas continúa el patrón bíblico de la conexión entre la llenura del Espíritu Santo y el puesto profético de Otoniel como juez de Israel.
De la misma manera, cuando Gedeón llegó a su oficio profético como juez, el autor del libro de Jueces registró al principio de su ministerio: “Entonces el Espíritu de Jehová vino sobre Gedeón, y cuando éste tocó el cuerno, los abiezeritas se reunieron con él. Y envió mensajeros por todo Manasés” (6:34-35a). La respuesta inicial cuando el Espíritu vino sobre Gedeón originó en la forma de comunicación inspirada por el Espíritu. Dios usó a Gedeón para comunicarle un mensaje al resto de Israel para levantar un ejército y ganar su libertad de los filisteos. Por eso, la comunicación en la trompeta de Gedeón y el mensaje que él envió caen bajo la definición de profecía.
La historia de Jefté como juez tiene un desarrollo porque era el hijo de una prostituta (ref. 11:1). A pesar de su trasfondo, Dios levantó a Jefté como uno de sus jueces de Israel (ref. 11:11).
Jueces registra que “el Espíritu de Jehová vino sobre Jefté” (11:29), y lo primero que salió de su boca fue un voto a Jehová (11:30). Es interesante pensar que después de que el Espíritu Santo vino sobre Jefté, su respuesta inicial es un voto de dedicación al Señor.
La historia de Sansón le permitió destacarse como el más famoso de los jueces. Aunque la historia únicamente difiere para este superhéroe bíblico, tenemos que recordar que todos los jueces no solo eran líderes, sino también profetas. Cuando Sansón llegó a su liderazgo como juez de Israel, el autor de Jueces intencionalmente conectó su oficio profético con su liderazgo diciendo: “Y el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en él. . .” (13:25a). Aquí, la llenura del Espíritu Santo inició a Sansón como profeta y juez.
Algunos debaten que hay otros tres momentos de la venida del Espíritu Santo sobre Sansón, y se refieren a hazañas de fuerza en vez de expresiones proféticas (14:6; 19; 15:14). Sin embargo, no podemos olvidar que la carrera de Sansón, como juez y profeta, comenzó con la llenura del Espíritu Santo. Las hazañas de fuerza solo refuerzan la noción de que el Espíritu Santo empoderaba a Sansón para cumplir la tarea del Señor, tal como el Espíritu Santo empoderó a la iglesia primitiva para cumplir la tarea del Señor (ref. Hechos 1:8). El Libro de Jueces continúa el patrón bíblico de profecía cuando el Espíritu Santo vino sobre individuos. Walter Kaiser nota que:
El propósito de Jueces es demostrar que “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía (17:6; 21:25; cf. 18:1; 19:1). El período de los jueces enfatiza el liderazgo carismático bajo la obra del Espíritu Santo. Un líder (aquí también llamado ‘juez’) después de otro fueron levantados y ungidos a la respuesta del agotamiento del pecado y desobediencia de la gente (Kaiser 2008, 102, traducción mía).
Por eso, todos los doce jueces en este libro servían como profetas al portar un mensaje inspirado por el Espíritu para volver el pueblo de Israel a servir a Jehová. Este patrón profético crea un puente de la era patriarcal de Job y Moisés a la era pre monárquica de los jueces al primer rey de Israel—Saúl
La era monárquica Saúl ungido como rey (1 Samuel 10).
Como joven, Saúl y un criado fueron a buscar los burros perdidos de su padre. Llegaron al hogar del profeta Samuel con el fin de encontrar ayuda para ubicar los burros. Inesperadamente, Samuel ungió a Saúl como primer rey de Israel. En aquel tiempo, Samuel le dijo a Saúl, cuando se fue, que se encontraría con un grupo de profetas y le dijo también: “el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre” (v.6). Cuando Saúl salió, todo lo que Samuel le había predicho llegó a suceder (ref. vv. 10-14).
El ascenso del rey Saúl comenzó una era nueva en la historia de Israel. Con esta era nueva, el patrón bíblico continuó con la conexión de la venida del Espíritu Santo sobre este líder nuevo y su expresión profética. La experiencia profética del rey Saúl sirvió como un puente entre el período de los jueces y esta era nueva del reino monárquico en Israel.
David, el futuro rey de Israel (1 Samuel 16 y 2 Samuel 23).
Cuando Samuel estableció la dinastía de David, él “tomó el cuerno de aceite y ungió al joven en presencia de sus hermanos. Entonces el Espíritu del Señor vino con poder sobre David” (v. 13, NVI). La unción de David significó el comienzo de una dinastía nueva que duraría para siempre (2 Samuel 17:12-16). Aunque David no profetizó cuando Samuel lo ungió, la profecía inundaba el reino de David a través de los Salmos. La historia bíblica declara que el Espíritu de Jehová vino sobre David cuando Samuel lo ungió por primera vez como rey, y experimentó expresiones proféticas a lo largo de su vida. De hecho, David profetizó con sus últimas palabras antes de morir, al declarar: “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua” (2 Samuel 23:2). La vida y el reino del rey David continuaron el patrón bíblico de la conexión entre la venida del Espíritu Santo y la profecía.
El rey Saúl y sus hombres (1 Samuel 19).
Con el ascenso de la popularidad de David y el hecho de que el profeta Samuel lo ungiera como el siguiente rey (1 Samuel 16:1-13), Saúl se puso celoso de David. Inesperadamente, cuando Saúl envió a unos de sus soldados a capturar a David, llegaron junto con el grupo de profetas y Samuel, y “vino el Espíritu de Dios sobre los mensajeros de Saúl, y ellos también profetizaron. Cuando lo supo Saúl, envió otros mensajeros, los cuales también profetizaron. Y Saúl volvió a enviar mensajeros por tercera vez, y ellos también profetizaron” (v. 20-21). En tres ocasiones separadas, cuando los soldados de Saúl se acercaron a la compañía de los profetas de Samuel, no pudieron resistir la llenura del Espíritu Santo y su respuesta inicial en cada ocasión vino como profecía.
La respuesta divina a los hombres de Saúl lo enojó tanto de tal manera que él mismo fue a capturar a David. Sin embargo, de nuevo como la primera vez, cuando Saúl se encontró con la compañía de los profetas de Samuel, “también vino sobre él el Espíritu de Dios, y siguió andando y profetizando hasta que llegó a Naiot en Ramá. Y él también se despojó de sus vestidos, y profetizó igualmente delante de Samuel, y estuvo desnudo todo aquel día y toda aquella noche. De aquí se dijo: ¿También Saúl entre los profetas?” (vv. 23-24). Por eso, al comienzo y al final del reino de Saúl, el patrón bíblico continuó con la conexión de la venida del Espíritu Santo y la expresión profética.
Elías desafía el rey Acab (1 Reyes 18).
Casi dos siglos después del rey Saúl, la reina Jezabel mató a la mayoría de los profetas de Dios en el reino de Israel. Uno de los últimos profetas, Elías, audazmente se presentó a Abdías, uno de los siervos del rey Acab. Abdías replicó: “Acontecerá que luego que yo me haya ido, el Espíritu de Jehová te llevará adonde yo no sepa” (v. 12). La respuesta de Abdías refleja el hecho de que el Espíritu Santo había descendido sobre Elías, y si la reputación de Elías no es suficiente, en este mismo capítulo, Elías profetizó contra los falsos profetas de Baal en el monte Carmelo. El significado de este episodio aún más nota la conexión continua entre la profecía y las acciones del Espíritu Santo.
Micaías profetiza contra el rey Acab (1 Reyes 22).
Después de que Elías profetizó delante de Acab y destruyó a los falsos profetas, el rey Josafat de Judá fue al rey Acab de Israel para hablar de ir a guerra contra el rey de Siria. Buscaron un profeta para escuchar de Dios antes de prepararse para la batalla. Los reyes convocaron al impopular profeta, Micaías. Al profetizar, Micaías predijo del fracaso de Judá e Israel y de la muerte de Acab. “Entonces se acercó Sedequías hijo de Quenaana y golpeó a Micaías en la mejilla, diciendo: ‘¿Por dónde se fue de mí el Espíritu de Jehová para hablarte a ti?” (v. 24).
Aunque el insulto de Sedequías a Micaías refleja el sarcasmo, el registro bíblico revela que el Espíritu Santo sí había descendido sobre Micaías, y sus profecías, si bien no populares, fueron inspiradas por el Espíritu. El resto del capítulo revela más expresiones proféticas suyas y su cumplimiento. Este episodio revela la continuación del patrón bíblico de la conexión entre la venida del Espíritu Santo y la profecía durante el período del reino divido en Israel.
Jahaziel el levita profetizó al rey Josafat (2 Crónicas 20).
Al mismo tiempo que Micaías le profetizaba al rey Acab de Israel, “el Espíritu de Jehová vino sobre Jahaziel” (v. 14). Los siguientes versículos (vv. 15-18) registran que la respuesta inicial de la venida del Espíritu Santo fue profecía, que se cumple a favor del rey Josafat de Judá en el resto del capítulo. El significado de este registro bíblico resalta la conexión continua entre la venida del Espíritu Santo y la expresión profética durante el período del reino divido en Judá.
Joel profetiza el deseo de Moisés (Joel 2).
Unos siete siglos después de que Moisés expresó su deseo de que todo el pueblo de Jehová fuese profeta (Números 11:29), Joel profetizó que esto sucedería. Hablando por el Señor, Joel declaró:
Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová. Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado (Joel 2:28-32).
Hasta este punto de historia, las expresiones proféticas vinieron como incidentes aislados y no continuos. Sin embargo, el lenguaje inclusivo de la profecía de Joel reveló que Dios planificó eventualmente abrir el acceso profético continuo a todo el mundo, jóvenes y ancianos, esclavos y libres, varones y mujeres. En Hechos 2:16-21, el apóstol Pedro cita este pasaje como el comienzo del cumplimiento de esta profecía. La profecía de Joel, explícitamente conecta el movimiento del Espíritu Santo y su evidencia profética en el Antiguo Testamento con el bautismo en el Espíritu Santo con la evidencia inicial del don de hablar en lenguas como en el día de Pentecostés.
El llamado de Isaías a ser profeta (Isaías 6).
En el año 740 a.C., “el año que murió el rey Uzías” (v.1), Dios llamó a Isaías a un ministerio profético. En su humanidad, Isaías reconoció su indignidad diciendo: “Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos” (v. 5). Isaías conectó su comisión y la confirmación de su oficio profético con la boca. Él dijo: “siendo hombre inmundo de labios”; por eso, Dios purificó a Isaías por la boca (v. 5). Así que, “uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre [la] boca [de Isaías], dijo: ‘He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado’” (vv. 6-7). Dios se movió a través de un ángel, preparando la boca de Isaías para que sirviera como profeta.
La carrera profética de Ezequiel (Ezequiel 11).
Durante la carrera profética de Ezequiel, “el Espíritu lo elevó” (v. 1), y profetizó (v. 4). Después, “el Espíritu de Jehová vino sobre él” y profetizó (v. 5). El resto de este capítulo continúa con la profecía. La experiencia profética de Ezequiel siguió el patrón bíblico de la evidencia inicial de profecía después del movimiento del Espíritu Santo.
La profecía de Miqueas contra los falsos profetas de Israel (Miqueas 3).
Cuando Isaías les profetizaba a los reyes de Judá, Miqueas también les profetizaba a los reyes de Israel. Él declaró: “Mas yo estoy lleno del poder del Espíritu de Jehová” (v. 8). Inmediatamente después de su declaración, Miqueas le profetizó al liderazgo de Israel reprendiéndolo por escuchar a los falsos profetas, buscando sus propias ganancias y proclamando que fueron usados por Dios (vv. 9-12).
Conclusión
En cada era principal del Antiguo Testamento, patriarcal, judicial y monárquica, desde el momento que Dios comenzó a usar a personas para que hablaran por él, la Biblia muestra un patrón continuo donde hay una conexión entre la venida del Espíritu Santo y la profecía. Estas observaciones demuestran que esta conexión no es meramente una lista de pasajes descriptivos. Sino que expone un patrón de cómo Dios obra a través de su Espíritu Santo y la evidencia de cómo se mueve en una manera profética.
{1}. El Midrash es un comentario rabínico de las Escrituras escrito en el siglo XI.
{2}. Éxodo Rabba es el comentario judío en el Midrash del libro bíblico de Éxodo.
{3}. La Torá significa la “ley” y comenzó con los Diez Mandamientos. Después, la ley se expandió hasta los primeros libros de la Biblia, las Escrituras de Moisés y lo que se llama el Pentateuco.
¿Qué dices? Un viaje bíblico e histórico de la conexión entre el Espíritu Santo, la profecía y lenguas. Wipf & Stock An Imprint of Wipf and Stock Publishers
Por: Jeremiah Campbell.








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