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Hacia una escatología pentecostal. Escatología y el Evangelio Quíntuple. (Parte 1)

Por: Larry R. McQueen

Desde la perspectiva histórica bastante amplia de los primeros pentecostales, la restauración del evangelio quíntuple se ordena así: Jesús es Salvador (Reforma protestante), Santificador (avivamiento wesleyano), Sanador (movimiento de sanación divina), Rey que viene (movimiento de conferencias proféticas y el cambio al premilenialismo) y Bautizador del Espíritu (movimiento de santidad y primeros movimientos pentecostales). Es digno de mención que, debido a su significado escatológico, el último de los cinco componentes a restaurar, el bautismo del Espíritu, se convierte en determinante para ver los otros. Mediante el derramamiento del Espíritu como lluvia tardía, los elementos del evangelio quintuple adquieren un significado escatológico.30 Jesús como bautizador del Espíritu sitúa su obra salvífica en un curso escatológico. Además, la asociación previa del bautismo del Espíritu con la santificación en el movimiento wesleyano de santidad, impulsó a los primeros pentecostales a identificar el bautismo del Espíritu como una «tercera bendición, que ocurre después de la santificación». Así pues, era natural «reorganizar» el orden del Evangelio quíntuple restaurado, de modo que Jesús como bautizador del Espíritu viniera después de Jesús como santificador, y Jesús como Rey venidero apareciera al final de la narración, que es lo que encontramos en la miríada de testimonios personales de la literatura pentecostal pionera: «Jesús es Salvador, Santificador, Bautizador del Espíritu, Sanador y Rey venidero». Esta (re)ordenación de la historia es ya una interpretación, que implica que Jesús, como Rey venidero, completará su obra como Salvador, Santificador, Bautizador del Espíritu y Sanador.

La fluidez del orden del evangelio quintuple que aquí se señala apunta a la correlación inherente entre los componentes del propio evangelio quintuple. El dinamismo de la espiritualidad pentecostal afirma que los componentes del evangelio quintuple no son claramente secuenciales, sino que forman una unidad holística o pericorética. Aunque sea imposible, existe un sentido real en el que cada parte de la narración debe contarse a la vez. 31 Al igual que un testimonio, el relato soteriológico-escatológico no se limita necesariamente a una única forma u orden de narración, ya que la experiencia no siempre encaja en construcciones teológicas claramente concebidas. Por eso, aunque esté estructurada, la escatología narrativa pentecostal no puede reducirse a un guión predeterminado de acontecimientos futuros.

La importancia de la unidad del Evangelio quíntuple para una escatología congruente también puede verse en su utilización en la reciente erudición pentecostal. El movimiento para recuperar el evangelio quintuple como corazón teológico del pentecostalismo encuentra su apoyo más convincente en las propuestas de John Christopher Thomas32 y Kenneth J. Archer. 33 Apoyados en la obra fundacional de R. Hollis Gause34 y Steven J. Land, 35 estos eruditos prevén la construcción de una teología pentecostal de pleno derecho basada en el evangelio quintuple.36 Para esta visión es crucial la suposición de que lo distintivo del pentecostalismo es la Gestalt o configuración total del evangelio quíntuple y no un solo componente dentro de él. Si se elimina un solo elemento, se evapora el evangelio completo pentecostal distintivo. Otra preocupación crucial es que el bautismo del Espíritu se integre plenamente en el nexo soteriológico de la narración.

De lo contrario, el poder podría divorciarse de la pureza y promover fácilmente una escatología distorsionada. Steven Land y Matthew Thompson37 abordan esta preocupación reconociendo la santificación como el núcleo de la narración, garantizando así el significado ético y vocacional del bautismo del Espíritu. Frank Macchia38 y Amos Yong39 abordan la cuestión ampliando el papel del bautismo del Espíritu para abordar los diversos ámbitos en los que se experimenta la salvación (incluida una visión transformacional tanto de la justificación como de la santificación), lo que da lugar a una «soteriología pneumatológica». Para desarrollar una escatología pentecostal congruente, ambos énfasis son esenciales.40 La santificación como doctrina y experiencia teológicamente distinta es esencial como base de una escatología transformacional, y el bautismo del Espíritu es esencial como impulso escatológico y orientación de la salvación transformacional. Lo que estos (y otros) eruditos pentecostales tienen en común es que la comprensión trinitaria del reino de Dios se presenta como el contexto narrativo más amplio del Evangelio quíntuple. 41

Teniendo en cuenta estas consideraciones, ¿cómo podría discernirse una escatología pentecostal contemporánea dentro de la matriz del evangelio quintuple? El enfoque adoptado aquí consiste en indagar cómo podría aparecer cada uno de los elementos del evangelio quintuple visto desde la perspectiva de Jesús como Rey Venidero. Para este estudio en particular, he elegido el texto de Apocalipsis 21-22 (en las partes apropiadas) para que sirva como lente interpretativa principal a través de la cual se contempla el evangelio quintuple. Cabe señalar que, dado que los textos bíblicos son fundamentales para la metodología del discernimiento pentecostal, los propios textos y las trayectorias de pensamiento que fomentan establecerán los límites del debate. Apocalipsis 21-22 es sólo uno de esos textos. Añadir otros textos a la investigación con el tiempo aumentaría la riqueza de este enfoque. También hay que señalar que la propia naturaleza de una hermenéutica pentecostal que tiene como núcleo el Espíritu-Palabra-Comunidad dicta que ninguna articulación es la última palabra. Dado que el proceso interpretativo se mantiene abierto en la dinámica continua de la relación humano-divina, es necesariamente un diálogo abierto. 42 Además, dado que la iglesia pentecostal global como comunidad de discernimiento es diversa en términos de ubicación social y cultural (como se hizo evidente muy pronto dentro del movimiento pentecostal temprano), una escatología pentecostal completa acogerá una variedad de voces de muchos contextos interpretativos (véase Ap. 7.9). Sin embargo, el llamado a discernir lo que el Espíritu dice a las iglesias se ofrece a «todo el que tenga oído» (Ap. 3.6). Así pues, en consonancia con la práctica pentecostal pionera del discernimiento, este estudio preliminar se ofrece como sugerencia para una reflexión y un diálogo más profundos. Es una invitación para que otros se unan al proceso de discernimiento.

Toward a PENTECOSTAL ESCHATOLOGY Discerning the Way Forward (Hacia una escatología pentecostal Discerniendo el camino a seguir). Larry R. McQueen. Deo Plublishing.

30 Land, Pentecostal Spirituality, p. 63; F.D. Macchia, Riptized in the Spirit: A Global Pentecostal Theology (Grand Rapids: Zondervan, 2006), pp. 40-41.

31 Quizá este impulso intuitivo fue una de las fuerzas que impulsaron el desarrollo de la doctrina de la Unicidad en el movimiento pentecostal temprano. Sin embargo, al igual que las personas de la Trinidad, los componentes de la narrativa quíntuple pueden distinguirse teológicamente y relacionarse pericoréticamente.

32 J.C. Thomas, «Pentecostal Theology in the Twenty-First Century», Pneutm 20.1 (1998), pp. 3-19 (ahora en J.C. Thomas, The Spirit of the New Testament [ BLmdford Forum: D eo, 2005], pp. 3-22); J.C. Thomas (ed.), Toward a Pentecostal Ecclesiology: The Church and the Fivefold Gospel (Cleveland, TN: CPT Press, 2010).

33 K.J. Archer, A Pentecostal Hermeneutic: Spirit, Scripture, and Community (JPTSup, 28; Londres: T& T Clark International, 2005; Cleveland, T N : CPT Press, 2009), pp. 160-61, 223-60 (Los números de página citados en este estudio son de la edición de CPT Press); ídem, ‘ A Pentecostal Way of Doing Theology: Method and Manner’, IJS T 9.3 (julio de 2007), pp. 311-14; ídem, ‘ Nourishment for our Journey: The Pentecostal Via Salutis and Sacramental Ordinances’, J P T 13.1 (2004), pp. 88-95. Archer promueve la narrativa como método teológico integrador con el evangelio quintuple como centro teológico, articulado dentro de una hermenéutica Espíritu-Palabra. Siguiendo el ejemplo de J.C. Thomas, Archer identifica cinco sacramentos correspondientes en los que se encarna la narrativa. Para una evaluación de los puntos fuertes y débiles de la metodología de Archer en comparación con la teología intercultural, véase M.J. Cartledge, ‘Pentecostal Theological Method and Intercultural Theology’, Transformation 25.2-3 (2008), pp. 92-102.

34 R .H . Gause, Living in the Spirit: The Way o f Salvation (Cleveland, TN : CPT Press, rev. edn, 2009), pp. 1-7. Cf. también, R .H . Gause, ‘A Pentecostal Response to Pinnock’s Proposal’, J P T 14.2 (2006), pp. 183-88. Gause reconoce la unidad de las experiencias redentoras (que incluyen todos los elementos del evangelio quíntuple) a través de sus características compartidas. En concreto, son proporcionadas por Jesucristo, recibidas por la fe, anunciadas por la Palabra de Dios y experimentadas a través de la acción del Espíritu Santo. Gause subraya que la soteriología es completamente pneumática. También afirma que la experiencia apocalíptica de la salvación en el pentecostalismo orienta la escatología hacia el cumplimiento y el anhelo del reino.

35 Land, Pentecostal Spirituality, pp. 125-61. v > K.J. Archer, ‘The Fivefold Gospel and the Mission of the Church: Ecclesiastical Implications and Opportunities’, en Thomas (ed.), Toward a Pentecostal Ecclesiology Toward a Pentecostal Ecclesiology 43, evalúa los puntos fuertes y débiles de las recientes articulaciones del Evangelio quíntuple para el desarrollo de una eclesiología pentecostal. Aunque no se centra propiamente en la teología, Virginia Nolivos, ‘A Pentecostal Paradigm for the Latin American Family: An Instrument of Transformation’, AJPS 5.2 (2002), pp. 222-34, utiliza el paradigma del quíntuple evangelio para abordar la situación social y espiritual de la familia latinoamericana.

37 Land, Pentecostal Spirituality, pp. 23-32; Thompson, Kingdom Come, Kingdom Come, 160; ídem, «The Greatest o f These: The Theological Virtues and Pentecostal Soteriology’, ponencia presentada en la 39ª reunión anual de la Sociedad de Estudios Pentecostales, 2010. Como se señaló en el capítulo 2, Thompson desarrolla una escatología pentecostal integral orientada al reino en torno a una expansión macrocósmica del Evangelio quíntuple. Thompson aboga por la reintegración de una visión wesleyana transformadora y procesiva de la santificación como centro teológico de la soteriología y la escatología, sustentada por una visión sacramental y soteriológica del bautismo del Espíritu.

38 Macchia, Baptized in the Spirit, pp. 89-154; ídem, Justified in the Spirit: Creation, Redemption, and the Triune God (Grand Rapids: Eerdmans, 2010), pp. 85-99, 337; ídem, «Jesus is Victor: The Eschatology o f the Blumhardts with Implications for Pentecostal Eschatologies’, en Althouse y Waddell (eds.), Perspectives in Pentecostal Eschatologies, pp. 399-400; ídem, ‘The Church o f the Latter Rain: The Church and Eschatology in Pentecostal Perspective’, en Thomas (ed.), Toward a Pentecostal Ecclesiology, pp. 248-58. En su reciente obra, Justified in the Spirit (Justificados en el Espíritu), Macchia rompe el concepto protestante estándar de justificación forense al desarrollar a partir de las Escrituras su carácter altamente participativo y al mostrar cómo el bautismo en el Espíritu, como efusión del Espíritu vivificante enviado desde el Hijo vindicado y ungido, incluye todas las experiencias salvíficas en términos de la acción «rectora» de Dios. De este modo, toda experiencia salvífica se fundamenta efectivamente en la Gestalt de las acciones unificadoras del reino de Cristo (encarnación, muerte, resurrección, exaltación y efusión del Espíritu). Los componentes del evangelio quíntuple se consideran dimensiones teológicamente matizadas y «mutuamente definitorias» de la acción unificada y procesiva de la salvación en el flujo vivificante del Espíritu. Al proporcionar una base teológica para la «escatologización» de todos los aspectos de la salvación mediante la efusión del Espíritu escatológico, la síntesis de Macchia permite que la escatología se fundamente en el concepto de la inauguración del reino de Dios de una forma que es a la vez plenamente pentecostal y ecuménica.

39 A. Yong, The Spirit Poured Out on A all Flesh: Pentecostalism and the Possibility of Global Pentecostal Theology ( Grand Rapids : Baker Academic, 2005), pp. 81-120, explora el concepto de bautismo del Espíritu como metáfora del Nuevo Testamento de la obra salvífica completa de Dios y lo define como una «soteriología pneumatológica»: la salvación como un proceso multidimensional, holístico, transformador y dinámico. Véase también Yong, In the Days of Caesar, pp. 95-98, donde el evangelio quintuple ocupa un lugar destacado como marco para una teología política constructiva en diálogo con la teología pentecostal. Señala que el evangelio quintuple es útil como motivo organizador, especialmente en «la constelación específica que emerge cuando se reúne», ya que «presenta una cristología, una pnuematología y, por extensión, una soteriología pluriforme y polifónica». En este marco, Yong demuestra la naturaleza holística de la soteriología pentecostal y desarrolla las implicaciones políticas de una escatología pneumatológica congruente.

40 S. Chan, Pentecostal Theology and the Christian Spiritual Tradition (JPTSup, 21; Sheffield: Sheffield Academic Press, 2003), p. 70.

41 Por ejemplo, V.-M . Karkkainen, Toward a Pneumatological Theology: Pentecostal and Ecumenical Perspectives on Ecclesiology, Soteriology, and Theology of Mission (Lanham: University Press o f America, 2002), pp. 223-24; ídem, ‘Spirit, Reconciliation and Healing in the Community: Missiological Insights from Pentecostals’, International Review of Mission 94.372 (enero, 2005), p. 44, retoma el reino de Dios como concepto unificador del evangelio quintuple y promueve el desarrollo de una misionología holística. Reconoce una interrelación necesaria entre las diversas tareas teológicas (teología trinitaria, cristología, pneumatología, soteriología, eclesiología, misionología) y desentraña las dimensiones escatológicas de estas interrelaciones. Cf. también S.M. Studebaker, «Beyond Tongues: A Pentecostal Theology of Grace’, en S.M. Studebaker (ed.), Defining Issues in Pentecostalism : CLissical and Emergent (McMaster Divinity College Press Theological Studies Series; Eugene, O R: Pickwick Publications, 2008), pp. 46-68; idem, ‘The Spirit in Creation: A Unified Theology o f Grace and Creation Care», Zygon 43.4 (diciembre de 2008), pp. 943-60. En un intento de superar la dicotomía ontológica entre los llamados elementos objetivos y subjetivos de la salvación, subordinando así la pneumatología a la cristología, Studebaker se basa en la experiencia pentecostal del Espíritu para proponer una «teología pentecostal de la gracia» que se fundamenta en la identidad del Espíritu Santo como la persona que constituye la unión amorosa dentro de la Trinidad inmanente, y que encuentra su expresión económica en la cristología del Espíritu (la encarnación), que a su vez se recapitula en una soteriología holística centrada en el Espíritu (la unión de los creyentes -y de hecho de toda la creación- con el Padre y el Hijo). G.D. Fee, «The Kingdom o f God and the Church’s Global Mission», en M.W . Dempster, B.D. Klaus y D. Petersen (eds.), Called and Empowered : Global Mission in Pentecostal Perspective (Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 1991), pp. 7, 9-10, 15-16, considera las acciones salvíficas de Jesús como el cumplimiento de las esperanzas de Israel y la inauguración del reino escatológico de Dios.


Comentario sobre Apocalipsis 20-5-6, de Stanley M. Horton.

Dos resurrecciones separadas por mil años.

5 Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.
6 Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.

Apocalipsis 20:5-7 [RV60]

A continuación, la Biblia hace una declaración clara (pero entre paréntesis) sobre el «resto de los muertos». Este grupo incluye a todos aquellos que no están en los dos grupos mencionados en el versículo 4. Es decir, son los muertos impíos que murieron en sus pecados sin aceptar nunca la gracia salvadora de Dios. Ellos no «vivirán de nuevo», es decir, serán resucitados, hasta después del reinado milenario de Cristo. Entonces serán llevados ante el Gran Trono Blanco para su condena final al lago de fuego.

‘Esta es la primera resurrección» significa que los mencionados en el versículo 4 completan la primera resurrección. En Juan 5:29 Jesús habló de dos resurrecciones. Identificó la primera como la resurrección de la vida. Es para los que han hecho el bien, es decir, los que han hecho lo que Dios quería que hicieran al aceptar a Cristo y vivir para Él. La segunda es una resurrección de juicio para aquellos que han hecho el mal, a través de la incredulidad.

Pero así como los profetas del Antiguo Testamento no mostraron la diferencia de tiempo entre la primera y la segunda venida de Jesús, el mismo Jesús en este pasaje de Juan no muestra la diferencia de tiempo entre las dos resurrecciones. No es hasta que Juan escribe el Apocalipsis, específicamente el capítulo 20, que se revela que habrá al menos mil años entre ellas. Por supuesto, Jesús simplemente está enfatizando el contraste entre las dos resurrecciones para animar a la gente a vivir para Dios; allí el tiempo de las dos no es relevante.

Primera de Corintios 15:20, 23 nos da más información cuando Pablo compara la primera resurrección con una cosecha. El Cristo resucitado es la «primicia» de la cosecha y su resurrección es la garantía del resto de la cosecha, es decir, de nuestra resurrección (compárese con Juan 11:25-26; 14:19). El cuerpo principal de la cosecha viene «en [su] propio orden»: después de la resurrección de Cristo y en el momento de su venida «para encontrarse con [nosotros] en el aire» (1 Tesalonicenses 4:17). En ese momento los muertos en Cristo resucitarán primero y los que estén vivos (en Cristo) y permanezcan serán arrebatados juntos en un solo cuerpo y cambiados, transformados a su semejanza, con cuerpos nuevos incapaces de decaer o morir, habiéndose convertido en inmortales e incorruptibles (Juan 14:3; 1 Corintios 15:52; 1 Tesalonicenses 4:14). (La Biblia también muestra que los santos del Antiguo Testamento estarán incluidos en el cuerpo principal de la cosecha [Isaías 26:19-21; Ezequiel 37:12-14; Daniel 12:2-3]. Entonces los espigados de la cosecha serán los martirizados durante la Tribulación; ellos harán la primera resurrección completa.

Los que tienen parte en la primera resurrección, que es la «resurrección de los justos» (Lucas 14:14), son identificados como «benditos», es decir, que disfrutarán de la plenitud de la bendición de Dios. También se les identifica como santos, es decir, dedicados a Dios y a su voluntad, porque le adoran y le sirven en espíritu y en verdad. Debido a que su resurrección es como la de Cristo, se levantan para no morir más. La «segunda muerte» (el lago de fuego) por lo tanto no tendrá poder sobre ellos. Son reyes-sacerdotes, sacerdotes reales, sacerdotes de Dios y de Cristo, que reinarán con Cristo durante el Milenio.

Esta realidad de la resurrección del creyente que es bendecido contrasta fuertemente con la situación hipotética de que sea «miserable» si no hay tal resurrección (1 Corintios 15:19). Al escribir a los corintios, Pablo subrayó que nuestra resurrección y la de Cristo están estrechamente ligadas, pues algunos en Corinto estaban bajo la influencia de ideas griegas o posiblemente saduceas sobre la resurrección: Aunque aceptaban la resurrección de Cristo, intentaban negar que los cristianos la tuvieran. Pero si no vamos a resucitar, escribió Pablo, entonces Cristo no resucitó. Y si Él no resucitó, nuestra fe no tendría sentido y nuestros pecados no serían quitados. En consecuencia, seríamos «los más miserables de todos los hombres». Porque es algo miserable y lamentable construir nuestra fe sobre algo que no sucedió.

Pero sí resucitó. Su resurrección es un hecho histórico bien atestiguado. Y porque Él vive, nosotros también viviremos (Juan 14:19). Como Jesús explicó a Marta, Él es la resurrección y la vida. Los que siguen creyendo en Él, aunque mueran, vivirán, es decir, serán resucitados. Y una vez que vuelvan a vivir en la resurrección, habiendo creído en Él, nunca más morirán (Juan 11:24-25). Nuestros cuerpos de resurrección serán inmortales e incorruptibles, y nunca más serán tocados por la muerte o la decadencia (1 Corintios 15:43-54).

Stanley M. Horton

La GRAN VICTORIA. Una exposición del libro del Apocalipsis. Gospel Publishing House

ESCATOLOGÍA, La esperanza siempre presente. (Primera parte).

Por: Peter Althouse.

El énfasis en la “venida de Jesús”, la “segunda venida” o el “Rey que pronto vendrá” fue la consigna del movimiento pentecostal temprano. El primer artículo de la Fe Apostólica (1906, 1), el periódico oficial de la misión y avivamiento de Azusa Street en Los Ángeles, California, titulado “Ha llegado Pentecostés” informó: “Muchas son las profecías habladas en lenguas desconocidas y muchas las visiones que Dios está dando con respecto a su pronta venida». De manera similar, “¡Jesús viene! ¡Jesús viene!» proclamó el Mensajero del Novio en 1908, «dondequiera que este avivamiento pentecostal haya llegado … el mensaje de su venida generalmente se da en una ‘nueva lengua’ en el poder del Espíritu» (Faupel 1996, 20). El inminente regreso de Jesús como el Rey que pronto reinará en gloria ha seguido siendo un aspecto prominente de las creencias pentecostales y expresa el corazón de lo que también se conoce como el tema teológico de la escatología.

La escatología en el sentido tradicional es el estudio de las últimas cosas: la muerte, el juicio, el fin del mundo, la venida de Cristo y la consumación del reino de Dios. Desde esta perspectiva, la escatología es uno de los principales motivos teológicos del evangelio completo (ver Capítulo 16), que proclama que Jesucristo es Salvador, Santificador, Sanador, Bautizador con el Espíritu y Rey que pronto vendrá (Dayton 1987; Althouse 2010b; Thomas 2010; Vondey 2017). En lugar del «fin», el fervor de esperar la venida inminente de Jesús y la anticipación estrechamente relacionada de la ruptura premilenial del reino de Dios forman un bloque de construcción importante en toda la teología pentecostal. Más precisamente, los pentecostales hablan del reino no solo en el futuro, sino como ya presente o “realizado” como una realidad espiritual en la historia, en el derramamiento del Espíritu que anuncia el reino, y funcionalmente ejemplificado en la adoración pentecostal. Los intentos actuales de pensar en la escatología como una lente a través de la cual ver el evangelio completo son un enfoque fructífero para articular la escatología pentecostal. Sin embargo, el fervor escatológico de los primeros días del movimiento se ha desvanecido a medida que los pentecostales contemporáneos se han acomodado a la cultura dominante, y la retórica apocalíptica, que alguna vez fue apasionada, cuando se empleó en absoluto, ha pasado de las predicciones de un futuro inminente a las explicaciones de la sociedad actual y sus eventos políticos (Thompson 2005).

En este capítulo, sostengo que la escatología pentecostal no está restringida al futuro ni al final en la teología pentecostal, sino que refleja la esperanza siempre presente en la actividad continua de Dios a través de Cristo por el Espíritu en la historia. La escatología impregna todo el evangelio, de modo que hablar de otros temas teológicos sin hacer referencia a su base escatológica es aplanar y empobrecer la teología pentecostal. Empiezo con una discusión de los símbolos apocalípticos pertenecientes a las dos corrientes dominantes del dispensacionalismo y el premilenialismo en el desarrollo histórico de la escatología entre los primeros pentecostales. En esta discusión se incluyen sugerencias sobre las formas en que los temas apocalípticos prominentes, como el anticristo, la tribulación, el rapto y el milenialismo, podrían entenderse en la escatología pentecostal actual de una manera consistente con los primeros anhelos pentecostales por el Rey venidero. Luego paso a una discusión contemporánea de cómo un enfoque escatológico en los lugares teológicos pentecostales del evangelio completo aviva el pensamiento constructivo que es distintivamente pentecostal.

Escatología dispensacional.

Los pentecostales de principios del siglo XX creían en la inminencia de la venida de Jesucristo y anhelaban que el día del Señor llegara pronto. Si bien algunos académicos han colocado a los pentecostales en el campo fundamentalista del dispensacionalismo premilenial clásico, señalan que los pentecostales tuvieron que modificar significativamente el guión dispensacional para incluir sus propios distintivos teológicos (Prosser 1999; Wacker 2001; McQueen 2010).

Otros eruditos han notado las tensiones entre el dispensacionalismo clásico y la teología pentecostal y los problemas que esto crea para que los pentecostales articulen un distintivo que capture el impulso del movimiento, más notablemente en términos de su eclesiología, pneumatología y justificación para el bautismo en el Espíritu (Sheppard 1984; Althouse 2003; McQueen 2012).

Tres trayectorias teológicas diferentes han surgido de este debate: (1) la escatología pentecostal como indistinguible del dispensacionalismo clásico con una separación estricta entre Israel y la iglesia apoyada por una interpretación ad hoc (particular) de las escrituras; (2) un término medio (moderado) que adopta algunos aspectos del dispensacionalismo clásico pero lo modifica para incorporar distintas creencias pentecostales, profecías del Antiguo Testamento y predicación del evangelio; y (3) una trayectoria en la que la comprensión pentecostal de la iglesia, su misión, la interpretación de las Escrituras, los métodos hermenéuticos y la soteriología tienen prioridad. Cuanto más énfasis se pone en la consistencia del pensamiento pentecostal, menos relevante es el dispensacionalismo como componente de la escatología pentecostal (McQueen 2012, 57–59).

Dispensacionalismo clásico.

El dispensacionalismo clásico se desarrolló en el siglo XIX para explicar la historia de la interacción divina y articular la escatología como un evento sobrenatural futuro. Aunque ha habido diferentes puntos de vista dispensacionalistas a lo largo de la historia de la iglesia (Sandeen 1970; Weber 1979; Thompson 2012), la influencia hegemónica de la versión del dispensacionalismo de John Nelson Darby ha dominado. El fundamentalismo estadounidense adoptó una trayectoria de siete dispensaciones sucesivas, o períodos de tiempo, en los que Dios se relaciona con la humanidad de manera diferente: inocencia, conciencia, gobierno humano, promesa, ley, gracia y el reino o milenio (Marsden 2006, 65–66).

Sin embargo, el dispensacionalismo de Darby también hace algunas innovaciones inusuales: (1) el plan de salvación de Dios implica una separación absoluta entre judíos y gentiles. Los pasajes proféticos del Antiguo Testamento y los Evangelios se aplican solo a los judíos, y otras profecías de las epístolas paulinas y pastorales se aplican solo a los gentiles (Prosser 1999, 189). El último evento de importancia profética ocurrió para los judíos cuando rechazaron a Cristo como su Mesías, de modo que Dios ahora está obrando en los creyentes no judíos de la iglesia cristiana. (2) La dispensación actual es la era de la iglesia y se cree que es un interregno entre paréntesis desprovisto de significado profético. La era del reino tiene destinos distintivos en los últimos tiempos separados de la iglesia. Darby niega que los acontecimientos históricos contemporáneos tengan alguna influencia como signos del fin o puedan incorporarse a una interpretación profética. (3) La innovación más controvertida de Darby utiliza una interpretación nunca antes vista de 1 Tes. 4:16-18 para argumentar que la era del reino será iniciada por un “rapto” secreto en el que los santos de la iglesia desaparecerán misteriosamente de la tierra y serán llevados al aire para encontrarse con Cristo. El rapto secreto los salva de los horrores de una gran tribulación y persecuciones de un anticristo, y los santos arrebatados regresarán con Cristo en triunfo, derrocarán al anticristo en una gran guerra y gobernarán con Cristo por el milenio (Weber 1979; Boyer 2003, 523-24).

La estricta separación de los destinos judíos y no judíos en el plan divino de salvación, el rapto secreto (Sandeen 1970) y el método hermenéutico de interpretación han resultado problemáticos para el desarrollo de la teología pentecostal. A pesar de su popularidad inicial, el dispensacionalismo clásico ofrece poco espacio para Pentecostés, el derramamiento del Espíritu y el ejercicio de los dones espirituales que forman los temas clave de la escatología pentecostal. Como consecuencia, los pentecostales comenzaron a modificar la teología dispensacional a la luz de su propia comprensión de sí mismos como un movimiento al final de la historia, o en el lenguaje bíblico, el derramamiento del Espíritu como la lluvia tardía.

Dispensacionalismo de la lluvia tardía.

Donald Dayton (1989) sostiene que la comprensión pentecostal clásica del dispensacionalismo encaja mejor con la teología de John William Fletcher y Alexander Campbell que con el fundamentalismo de Darby. Fletcher divide la salvación en tres dispensaciones que corresponden a las distinciones trinitarias del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La dispensación del Padre mira hacia la dispensación del Hijo, mientras que la dispensación del Hijo mira hacia atrás a la promesa del Padre para la efusión del Hijo. La dispensación del Espíritu espera el regreso del Hijo y ahora está completamente presente. El entendimiento de Fletcher es más capaz de integrar consideraciones pneumatológicas y escatológicas al hacer de Pentecostés un evento escatológico comparable a la venida de Cristo, un punto de vista más acorde con las preocupaciones pentecostales que explican el bautismo del Espíritu y el derramamiento del Espíritu como eventos escatológicos. El patrón triple de Fletcher permitió a los pentecostales apropiarse de las promesas y profecías del Antiguo Testamento para la iglesia (Dayton 1989, 51–51, 149–53).

Una promesa importante fue el derramamiento de la lluvia tardía. Los primeros pentecostales clásicos adoptaron una teología de la lluvia tardía basada en una lectura de Deuteronomio 11:10-15, que respaldaba una interpretación tanto literal como espiritual de la promesa de un derramamiento del Espíritu de Dios antes de la segunda venida de Cristo. La interpretación literal se basó en los patrones climáticos de Palestina, donde una temporada de lluvia cae temprano en el año en el momento de la siembra, seguida de una época de sequía, y luego cae la lluvia más tarde en el año que madura los cultivos para la cosecha. La perspectiva espiritual interpreta el derramamiento del Espíritu como el evento de Pentecostés en el que ocurrieron la glosolalia y otras expresiones carismáticas, seguido de una estación seca de apostasía de la iglesia, y luego un derramamiento carismático renovado para la cosecha de almas justo antes de la segunda venida ( Althouse 2003). Esta perspectiva fue particularmente dominante en apoyo del impulso misionero pentecostal temprano (ver Capítulo 26) que vio madurar la cosecha de almas y necesitadas de conversión para su inclusión en el reino que pronto vendría.

Muchos pioneros pentecostales se apropiaron de las imágenes de la lluvia tardía y las usaron para ilustrar su teología pneumatológica y escatológica. Richard G. Spurling, su padre Richard Spurling y A. J. Tomlinson llevaron el tema de la lluvia tardía a la Iglesia de Dios (Cleveland, Tennessee) (Jacobsen 2003, 50–51). Aimee Semple McPherson incorporó la teología de la lluvia tardía en su proclamación cuadrangular del derramamiento del Espíritu en los últimos días (Cornwall 1992). David Wesley Myland usó un enfoque exegético triple que hizo uso de los sentidos literal-histórico, tipológico-espiritual y profético-dispensacional para argumentar que el bautismo del Espíritu y los dones carismáticos son el resultado de la lluvia tardía del derramamiento del Espíritu (Faupel 1996; Jacobsen 2003). Cuando se organizaron las Asambleas de Dios en 1914, las actas del primer Concilio General se identificaron como “el derramamiento de la lluvia tardía del Espíritu Santo” (Anderson 1979, 79). Aunque la imagen de la lluvia tardía cayó en desuso a mediados del siglo XX, por razones relacionadas con el surgimiento de un movimiento controvertido que utilizó la doctrina de la lluvia tardía contra las denominaciones pentecostales más antiguas y la mayor influencia del dispensacionalismo fundamentalista en los desarrollos pentecostales, el La imagen de Pentecostés como el derramamiento escatológico del Espíritu sigue siendo una metáfora teológica crítica (Althouse 2003). La teología pentecostal se ha beneficiado particularmente de las direcciones pneumatológicas y eclesiológicas del dispensacionalismo de la lluvia tardía.

Al mismo tiempo, los pentecostales necesitaban evaluar y reconfigurar muchos de sus símbolos apocalípticos que han caído bajo el dominio del dispensacionalismo fundamental. Muchos de los primeros pentecostales fueron premilenialistas, aunque hubo amplias variaciones de esta creencia (McQueen 2012), y la idea se basa en la retórica altamente simbólica del libro de Apocalipsis (Althouse 2010a). Muchos pentecostales se sorprenden al saber, por ejemplo, que no hay anticristo en Apocalipsis. Se hace referencia a los «anticristos» en plural en 1 Juan y 2 Juan y a los «falsos Cristos» en el Evangelio de Marcos, lo que sugiere que cualquier persona o cualquier cosa que actúe en contra de las palabras y acciones vivificantes de Jesús y su reino es un anticristo (Balfour 2011, 37–38). Históricamente, el símbolo del anticristo se ha aplicado a figuras religiosas y políticas para explicar los tiempos, pero hacerlo sugiere que el símbolo opera a un nivel retórico (Thompson 2005). El anticristo es un símbolo apocalíptico que también se puede aplicar a movimientos sociales y estructuras sociales que se oponen a Dios (el modernismo que ha producido la división liberal-conservadora es un buen candidato para tal aplicación). En este contexto, la tribulación es todo lo que obstruye y se opone a la plenitud de la irrupción del reino de Cristo en la creación, ahora y todavía no, como resultado de elementos anticristicos. La muerte, la injusticia y la desesperación son indicadores de tribulación en contra de la justicia vivificante y la esperanza de Dios por el Espíritu (Thompson 2010).

Un problema similar surge para la doctrina dispensacionalista de un rapto secreto antes del milenio que saca a la iglesia de una gran tribulación. Sin embargo, el significado de 1 Tes. 4:17 sugiere la bienvenida o el saludo de un rey que llega a una ciudad, no un escape de la iglesia de un tiempo de tribulación (Bertone 2010). Examen minucioso de Matt. 24:36–41 y Lucas 17:26–37 revelan que los tomados son los injustos que serán asignados a la muerte y la desolación, y los justos quedan atrás (Balfour 2011, 138). Para complicar este panorama, algunos pentecostales insistieron en que habría múltiples raptos en diferentes momentos (McQueen 2012). Lo que se defiende en la doctrina de un rapto secreto no es una escatología bíblica, sino una construcción compleja basada en un sistema de mensajes de texto de prueba que está plagado de malas interpretaciones y errores (Balfour 2011, 138). Sin embargo, si 1 Tes. 4:17 se entiende como una transformación o transfiguración en un tiempo escatológico que ocurre simultáneamente con la irrupción del reino divino (Althouse 2003) en lugar de un escape de la iglesia de las pruebas y tribulaciones del mundo, entonces tal vez la idea pueda mantener su importancia teológica. Esta trayectoria milenaria suaviza la dependencia general de toda la teología dispensacional clásica que produjo obstáculos para la teología pentecostal.

Al mismo tiempo, el surgimiento de estructuras y temas teológicos más amplios que definen el pentecostalismo ha exigido una integración de la escatología en la estructura general del pensamiento, evitando el aislamiento de los temas apocalípticos de las preocupaciones pentecostales centrales. La forma quíntuple históricamente dominante del evangelio completo ofrece ideas significativas para una integración y reinterpretación de la escatología en la teología pentecostal contemporánea. Los temas del evangelio completo dirigen la atención a las preocupaciones escatológicas distribuyéndolas estratégicamente a través de los lugares centrales de la salvación, la santificación, el bautismo del Espíritu y la sanidad divina.

El manual Routledge de teología pentecostal. (Capítulo 25).

Editado por Wolfgang Vondey.